¿Interesarnos por la historia y reconocer su importancia en la actualidad puede contribuir a mejorar la libertad y a disminuir el sufrimiento y la injusticia? ¿Hasta qué punto profundizar en las posibilidades que nos ofrece la historia representa ahondar en nuestra capacitación liberadora, emancipadora de toda forma de esclavitud, engaño y miseria?
Seguro que ya conocías esta cita de George Orwell que nos muestra el relato histórico como una forma de poder, dice así: “Quien controla el pasado controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado”. A lo que no viene demás añadir que la lucha por el pasado es hoy, más que nunca, la lucha por el futuro y el presente.
A primera vista, puede parecer que te presento la imagen de la historia como un campo de batalla donde se disputan los valores, significados y categorías que nos sirven para interpretar la realidad cultural con la que nos identificamos. Este carácter conflictivo de la historia estaría en consonancia con el planteamiento que Foucault ofreció de la historia como discurso del poder. Foucault argumentó que la historia que presenta la educación institucionalizada y los medios de comunicación es un tipo de narración que tiene la función de legitimar y prolongar el poder establecido. Los relatos históricos dominantes son, por tanto, construcciones ideológicas que ocultan las desigualdades, la injusticia, la crueldad y las luchas de poder.

Desde una perspectiva crítica, con el objeto de reducir la deformación histórica, Foucault propone un método de investigación llamado «arqueología del conocimiento», que consiste en examinar cómo se han formado los discursos históricos que legitiman el poder y la cultura existentes en un determinado momento histórico; por ejemplo, en la época colonial por parte de los conquistadores. Así, analizando los discursos o narrativas del pasado, podemos comprender mejor cómo se han construido las categorías y las creencias que damos por sentadas en el presente para entender la realidad y actuar sobre ella en la actualidad.
Pero el objetivo principal que me he propuesto en este vídeo no es resumir la filosofía de la historia de Foucault, sino estimular tu interés por reconocer la importancia de convivir conscientemente con la percepción de que lo que hacemos y somos en el presente está relacionado con la forma en que encaramos el pasado y el futuro.
La historia, como todo fenómeno relacionado con la naturaleza y quehacer humano, ni es buena ni mala en sí, puede ser utilizada como una forma de dominio, de manipular y esclavizar o, por el contrario, como una facultad para promover la libertad, la dignidad humana y la emancipación de todo tipo de miseria. Promover su desarrollo en una dirección u otra está en nuestras manos. Pero, independientemente de cómo actuemos, lo que parece innegable es que la historia representa un manantial de posibilidades, de capacitación y desarrollo, para todo ser humano.

¿Piensas que los resortes culturales que mantienen nuestra forma de vida actual manipulan la forma en que percibimos e interpretamos la historia? ¿Crees que utilizamos la historia para promover sociedades más respetuosas, que luchan contra su alienación y defienden la libertad y dignidad de todo ser humano?

A lo largo del pasado siglo XX, junto a Foucault un gran número de autores que abarcaron la temática de la filosofía de la historia coincidieron en enfrentarse al discurso histórico tradicional con suspicacia racional, crítica y liberadora, y abandonaron esa visión ingenua de la historia apadrinada por gobiernos de todo tipo que promueven una imagen de la realidad que sostiene los intereses de poder hegemónico silenciando la manipulación, enajenación y servidumbre en la que se mantiene a la ciudadanía.
Los autores que voy a mencionar coinciden en diferenciar, al menos, dos formas de presentar la actividad histórica que se complementan mutuamente, la primera consiste en entender la historia como estudio, análisis e interpretación del pasado en relación con el presente y el futuro, así por ejemplo, la obra de Leopoldo Zea El positivismo en México, y; en segundo lugar, comprender la historia como la experiencia existencial de cada persona en su vida, esto es, entender que la historia de cada cual es la historia consciente de su existencia dentro de la circunstancia que le ha tocado vivir. Este segundo enfoque de la historia está relacionado con darnos identidad a nosotros mismos bien como sujetos libres o esclavos, como responsables de buscar y crear nuestro destino o como personas que alienamos nuestras vidas en manos de élites políticas y económicas. En este sentido, nosotros nos convertimos paralelamente en protagonistas de nuestras propias vidas e historias, somos autores de nuestra historia.

Agnes Heller en su obra Teoría de la historia nos recuerda que más que utilizar la expresión la historia, en singular, deberíamos referirnos a las “historias”, en plural, debido a la diversidad, complejidad y riqueza de experiencias que presentan los fenómenos e interpretaciones históricas. Y, citando a Ernst Block (p.168), indica que “los testimonios históricos más fiables son los que proporcionan versiones divergentes, aunque no completamente contradictorias, de un mismo acontecimiento”. Efectivamente, tomarse en serio la historia nos obliga a reconocer que como cualquier otro fenómeno humano para cumplir una función liberadora debe reflejar, respetar y ser capaz de mantener la convivencia de la tremenda diversidad de manifestaciones, creencias que conviven en las diversas culturas en una época determinada.
Edward H. Carr en su obra ¿Qué es la historia? También desmitifica la visión de la historia tradicional anterior al siglo XX, analiza de forma crítica y rechaza la interpretación de la historia como un relato definitivo, único, que se automanifiesta como verdad absoluta, exclusivamente idealista o empirista, metafísico o cientificista, como discurso demagógico, como evolución determinista a un destino preestablecido o como progreso ilimitado. Para Edward H. Carr experimentar la historia es un ejercicio permanente de libertad individual y social, de elección y cambio a que nos somete la dinámica del tiempo. Y, ante todo, la historia es un fenómeno que sitúa a las personas ante ellas mismas, ante el uso de su razón para comprender el mundo que le rodea y actuar sobre él.

En cierto modo, coincide con la idea anterior Pedro Cerezo Galán en su libro La voluntad de aventura, en la que analiza la obra de Ortega y Gasset, y muestra cómo estar a la altura de la historia que nos toca vivir exige un compromiso liberador del pasado a base de superarlo comprendiéndolo, e integrándolo en la aventura de llegar a ser quien sólo nosotros podemos ser, viviendo una vida auténtica no alienada. Esto es, interpretando la historia no sólo con nuestra mente sino con nuestros actos, con nuestra vida.
Igualmente, Julián Marías, en el apartado “La historia como liberación” en su obra Ortega. Las trayectorias, explica cómo Ortega y Gasset integra, en lo que puede considerarse su frase más famosa “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” algunas claves esenciales que conlleva asumir la historia como una condición de liberación de toda forma de dominio y manipulación.
Sin duda, reconocer que todos los hechos históricos son el resultado de la acción humana dentro de unas circunstancias y que, por tanto, nada es intemporal es una de las condiciones ineludibles para desmitificar la historia de todo tipo de ídolos intemporales y que, por tanto, el destino del ser humano está en su libertad para decidir y actuar en el presente de cara a lo que se desea conseguir en el futuro.

Además, para Ortega y Gasset, el hecho de que nuestra vida e identidad como sujetos, estén limitadas a unas circunstancias hace que nuestra visión de la realidad sea una perspectiva del mundo, una percepción parcial limitada a la circunstancia vital que experimentamos. Esto es, todos vivimos en una circunstancia que condiciona nuestra comprensión de la verdad y realidad en función de las características de esa circunstancia, ningún ser humano o sociedad puede apoderarse de la verdad total, pues todos se posicionan en una circunstancia. Ahora bien, una de las funciones de la historia es ampliar esa perspectiva, ampliar nuestro conocimiento de la verdad y la realidad, a base de asimilar, incorporar, integrar las experiencias ajenas. Estudiar la experiencia existencial, la sabiduría que otros individuos y sociedades nos aportan, nos libera de la estrechez de los límites de nuestra exclusiva experiencia personal.
En su obra La rebelión de las masas, Ortega y Gasset enfatizó la necesidad de luchar contra la degeneración de la ciudadanía en una sociedad de masas alienada, impersonal, que se deja guiar ingenuamente por la manipulación social y actúa gregariamente, con violencia e irracionalidad, evitando sus responsabilidades ineludibles para convertirse en ciudadanos libres y comprometidos con salvar sus circunstancias.
Frente a la alienación, al borreguismo y a la falta de compromiso social de la sociedad de masas, Ortega y Gasset defiende un tipo de personas, de ciudadanos, que asuman el protagonismo histórico de su presente viviendo de forma auténtica, esto es, reclama que seamos personas que “hacen lo que hay que hacer y evitan hacer cualquier otra cosa”. Señala la necesidad de evitar caer en la trampa de guiar nuestras vidas por la superficialidad y frivolidad de dejarse guiar por los estímulos, apetencias y deseos de una sociedad consumista y hedonista que nos desorienta y pretende anular nuestra autenticidad como individuos para mantenernos dóciles a su manipulación.