No podemos ser libres sin entender la libertad de los demás. Nuestra libertad se sustenta en la libertad de los otros y viceversa.
Por esa razón es importante reflexionar sobre la siguiente idea:
Es un hecho que todas las personas somos diferentes. Y, de la misma forma, también es cierto que todas personas tenemos algo en común.
Posiblemente, uno de los ragos comunes que todo ser humano y todo pueblo comparten es que todos somos diferentes y, este hecho es una de las claves para comprender que todos los seres humanos y todos los pueblos tenemos algo en común. Comprender nuestra tendencia a la originalidad y la particularidad es imprescindible para reconocer lo que tenemos en común.
Leopoldo Zea (1912-2004) http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Leopoldo_Zea_Aguilar&oldid=20911399 supo explicar esta conexión decisiva entre igualdad y diferencia de la condición humana: "...Todo hombre (persona) es igual a cualquier otro hombre (persona). Y esta igualdad no se deriva de que un hombre o un pueblo pueda ser o no copia fiel del otro, sino de su propia peculiaridad. Esto es, un hombre, o un pueblo, es semejante a otros por ser como ellos, distinto, diverso. Diversidad que lejos de hacer a los hombres individuos más o menos hombres, les hace semejantes. Todo hombre o pueblo, se asemeja a otro por poseer una identidad, individualidad y personalidad. Esto es lo que hace, de los hombres, hombres, y, de los pueblos, comunidades humanas. Es este peculiar modo de ser de hombres y de pueblos el que debe ser respetado. Negar o regatear tal respeto será caer en la auténtica barbarie, la del que pretende rebajar al hombre considerándolo cosa, la del que pretende utilizar a otro hombre, o pueblo, y la del que acepta ser utilizado". (Leopoldo Zea, Filosofía de la historia americana, México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp.23 y 24).