Algunas veces deberíamos ser capaces de transformarnos en niños para renovar nuestras almas y el alma del mundo.
Cuando te haces mayor todo pasa a ser gobernado por la súper ley de la realidad. La imaginación se ve como una pérdida de consciencia de lo que es real, es una distracción y distorsión de la realidad. La realidad se identifica con la única verdad. Sólo hay un mundo. Nos obligamos a aceptarlo porque constituye la verdad. Esa verdad que tiene nombres para todo. La verdad clasifica todo y define todo. Los diccionarios y los libros de texto publicados conforme a las directrices del gobierno, que defiende la verdad y las leyes, describen y definen el mundo.
Pero, de vez en cuando, necesitamos jugar como niños espontáneos. Deberíamos poner nuestra cabeza al revés para mirar el mundo desde otra perspectiva. Deberíamos sonreír con la inocencia de los niños, para borrar la locura y maldad del mundo. Deberíamos perdonar y amar como lo hacen los niños, para rechazar el fanatismo y la crueldad que crece cuando olvidamos que somos vulnerables como niños.
En algunas ocasiones, cuando estamos jugando y amando como niños, nos damos cuenta de que la realidad y verdad terribles que leemos y vemos en las noticias son juegos de adultos en donde gran parte de los jugadores pierde lo más importante para ellos. Pierden su esperanza, su dignidad, su felicidad e incluso pierden su vida. ¿Qué está pasando en el mundo?
En algunas ocasiones deberíamos ser capaces de transformarnos en niños para renovar nuestras almas y el alma del mundo