Haciéndome eco de autores como Hannah Arendt, Jürgen Habermas y Noam Chomsky, una de las tareas fundamentales de la filosofía en el ámbito político consiste en estimular la conciencia crítica y emancipadora de los ciudadanos en torno a su propia implicación y compromiso con la acción política. Arendt resumía el propósito de su obra La condición humana en hacernos pensar “lo que estamos haciendo”. Para Chomsky, la pregunta ¿Qué me cabe esperar de la política? se responde con la cuestión: ¿Qué hago yo como individuo en política? y, de forma similar, para Habermas la reflexión filosófica nos lleva a la participación de la ciudadanía en la deliberación de la acción política.
Ahora bien, si es imposible participar adecuadamente en política sin educación política, si la ignorancia política es un recurso al servicio del populismo y la demagogia, tal vez, deberíamos preguntarnos ¿por qué en la actualidad los gobiernos de los estados, incluidas las democracias, están eliminando progresivamente el estudio de las asignaturas que tradicionalmente abarcan el tema de la política en el currículum educativo, como filosofía, ética y ciudadanía?
Cuando hablamos de política, por ejemplo, cuando discutimos nuestras preferencias y rechazo por algunas ideologías políticas. ¿A qué nos referimos por política?
Es necesario reconocer que la política es un asunto complejo y decisivo en nuestras vidas, que no debemos reducir a los comentarios frívolos y simplistas, con frecuencia expuestos como slogans por los políticos y los medios de comunicación de masas y, que la mayoría de la población reproducimos acríticamente generando una opinión pública empobrecida y sesgada por la manipulación.
Podemos definir la actividad política como el ámbito de las relaciones entre las personas como ciudadanos y la forma de gobernar las estructuras de organización de los estados, sociedades o comunidades. Con otras palabras, podemos decir que la acción política está relacionada con el dominio legal de los gobiernos sobre los gobernados. En el caso de las democracias occidentales dicha legalidad se acepta como legítima en tanto que se reconoce como justa por la ciudadanía. La justicia es el pilar esencial del derecho y las leyes representan el soporte último del poder político que extiende su control sobre los gobernados a través de las instituciones, del marco legal y demás elementos sociales que garantizan la sujeción de los ciudadanos al orden establecido por los estados.
Sin duda, un elemento esencial en la reflexión y acción políticas es la defensa del bien común en el ámbito de lo público. Posiblemente, el origen y sentido de la política lo podemos encontrar en el hecho de que las personas agrupándose en torno a un objetivo común consiguen mejores resultados que individual y aisladamente. Lo público comprende todo aquello que es accesible para la comunidad y representa el bien que debemos defender como colectividad; por ejemplo, la sanidad, las pensiones de jubilación, la educación o las infraestructuras y recursos públicos. La política se conecta con la ciudadanía en tanto que es el conjunto de relaciones que se establece entre los propios ciudadanos asumiendo determinadas responsabilidades frente a la comunidad, lo que les otorga derechos como ciudadanos de dicha comunidad política. En pocas palabras, lo que da sentido a la política, une a la ciudadanía y la da uniformidad como comunidad es la defensa del bien común de los ciudadanos que la constituyen.
Un segundo elemento clave del entramado político es el diálogo de los ciudadanos en busca de un consenso o acuerdo de mínimos para identificar las posibles soluciones a sus problemas y defender el bien común. Un diálogo que exige manejar información veraz, argumentar de forma racional y crítica y el objetivo común de lograr acuerdos o consensos sin anular las diferencias propias que a todos nos identifican, el fin es lograr acuerdos de mínimos que permitan el desarrollo de la convivencia de la mejor forma posible. De ahí que sea un tipo de diálogo que nos permita identificar los intereses y enemigos comunes.
¿Qué estamos haciendo mal que conduce a la ciudadanía a identificar la política con estrategias de desinformación, manipulación, falta de transparencia y de un debate responsable sobre el bien común, percibiendo un progresivo empobrecimiento y abandono de la dimensión pública que aglutina a la ciudadanía?
Conviene tener presente que la política, como todo comportamiento humano, tiene un componente ético que la legitima o que denuncia su carácter fraudulento. Sin duda, la corrupción, la falta de trasparencia, el recurso a la violencia, el populismo, la manipulación, el enfrentamiento y polarización partidista que imposibilita el diálogo y consenso de los intereses comunes son vicios políticos que desvirtúan la confianza de los ciudadanos en la política.
Sin duda, la política es una forma de poder. Ahora bien, ¿Qué hacemos los ciudadanos para forzar a los gobiernos a desarrollar el poder político como una fuerza social liberadora y no como una forma de dominio represivo, manipulador, que convierte a los ciudadanos en súbditos, menguando su libertad e independencia? Si el poder de los gobiernos surge del reconocimiento de los ciudadanos, ¿por qué toleramos políticas que impiden y dificultan el desarrollo de los derechos humanos más básicos?
La participación activa de los ciudadanos en política es otra pieza clave del rompecabezas político. Nuestro proceso de emancipación como personas depende, en último término, de nuestras acciones conscientes y libres. Desde una orientación filosófica, autores como Hanna Arendt, Jürgen Habermas y Noam Chomsky denuncian la actuación política de los gobiernos dirigida a promover la pasividad, el desinterés e incultura en conexión a la participación política de la ciudadanía. Las élites de poder político y económico utilizan un progresivo desarrollo de la tecnocracia (especialistas con altos niveles de preparación científica), la burocracia (la complejidad de la gestión pública) y el poder y control de las instituciones para defender sus privilegios frente a la ciudadanía. Como consecuencia, ante esta situación la ciudadanía reacciona con decepción, desinterés, desafección y pasividad hacia la vida pública y social, con actitudes y enfoques más individualistas y defensivos dirigidos a proteger sus intereses privados, debilitando la actividad política de la ciudanía.
Promover la participación activa de la ciudadanía para todos estos pensadores mencionados exige generar un espacio público participativo, racional y crítico que fomente la vinculación de los individuos con la sociedad para generar normas, estructuras y formas de actuación política consensuadas desde la base del diálogo permanente, argumentativo y deliberativo. Requiere un activismo e implicación de la ciudadanía que no se quede en un simple votar a un partido político en el periodo electoral, sino, más bien, que sea la acción política de la ciudadanía quien controle y lidere los poderes públicos judicial, legislativo y ejecutivo. Lo que requiere no sólo cambiar la actitud de los ciudadanos sino, también, el funcionamiento de la dinámica política como forma de poder.
En este vídeo, hemos analizado la política desde una perspectiva filosófica refiriéndonos brevemente a algunos de los elementos claves de la acción política, estos son: la defensa del bien común, el diálogo, la participación activa de la ciudadanía, el carácter ético de la política y la relación de poder entre gobernantes y gobernados.
Para terminar, te invito a que comentes lo que piensas sobre la siguiente afirmación: “Decir la verdad en política cuando todos mienten se convierte en un acto revolucionario para transformar la realidad”.
